El tercer mandamiento prohíbe el lenguaje profano, la blasfemia y las maldiciones: “No tomarás el nombre del Eterno tu Dios en vano”.
El apóstol Pablo escribió a los cristianos de Colosas: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca” (Colosenses 3:8). Él también dio esta instrucción a la iglesia en Roma, “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis” (Romanos 12:14).
Reverenciando y representando a Dios apropiadamente
En lugar de usar su nombre en vano con lenguaje profano, nosotros debemos reverenciar a Dios y representar su nombre bien. Jesucristo exhortó a sus seguidores a dar el ejemplo correcto para que la gente glorificara el nombre de Dios. “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14-16).En contraste, Pablo advirtió que nuestras acciones erróneas podían difamar el nombre de Dios: “Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros” (Romanos 2:23-24, aludiendo a pasajes del Antiguo Testamento tales como Isaías 52:5 y Ezequiel 36:22).
Oraciones y alabanza en lugar de lenguaje profano
Jesús nos dijo que el nombre de Dios debe ser “santificado” en nuestras oraciones (Mateo 6:9). Es decir, debe ser guardado santo.El libro de Salmos y muchas otras partes de la Biblia dan ejemplos de la alabanza y honor que se deben dar al nombre de Dios. He aquí algunos pocos ejemplos:
- “¡Oh Eterno, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!” (Salmo 8:1).
- “Tributad al Eterno, oh hijos de los poderosos, dad al Eterno la gloria debida a su nombre; adorad al Eterno en la hermosura de la santidad” (Salmo 29:1-2).
- “Bendice, alma mía al Eterno, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, al Eterno, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila” (Salmo 103:1-5).
- “Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. Él revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz” (Daniel 2:20-22).
- “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Apocalipsis 4:11).
Orar en el nombre de Jesús
¡Es sorprendente que Jesucristo de a sus seguidores el gran privilegio de orar usando su nombre! “Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:14).Nosotros no debemos usar mal este privilegio; no es como un genio en una botella. Debemos pedir sólo de acuerdo a su voluntad, no egoístamente. Como escribió el apóstol Juan, “Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1 Juan 5:14-15).
En lugar de usar lenguaje profano, debemos “hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de Él” (Colosenses 3:17).
DIOS LES SIGA BENDICIENDO GRANDEMENTE
ATTE ARREORTUA Y FUENTES
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