“Pero tú me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi madre. Fui puesto a tu cuidado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre, mi Dios eres tú”. Salmos 22:9-15
Que bonito sería que nuestra memoria pudiera lograr a evocar aquellos momentos cuando descansábamos tiernos, en el regazo de mamá.
Si hacemos un ejercicio mental, algunos pueden recordar su etapa en el colegio, desde pequeñitos cuando fui el primer día de escuela, otros más profundos alcanzar a rememorar esos minutos cuando mamá les enseñó a aprenderse y repetir su nombre completo, pero nunca he escuchado a alguien que recuerde el tierno instante que el salmista nos añora.
La memoria de la ternura de una madre amorosa en el pasado es un bálsamo y una fuente de esperanza en medio del dolor.
El salmista compara la ternura de esta madre con el cuidado de Dios, la confianza sin límites que tiene una criatura que descansa en paz en brazos amados es minúscula si la comparamos con el cuidado que Dios tiene por nosotros.
“Ustedes serán amamantados, llevados en sus brazos, mecidos en sus rodillas. Como madre que consuela a su hijo, así yo los consolaré a ustedes. Isaías 66:13
¿Se dan cuenta como los autores de la Biblia una y otra vez comparan la ternura de mamá con el cuidado de Dios?
Como les escribo a ustedes mis amadas mamis a propósito de estar próximos a celebrar nuestro día, tengo que hacerles una pregunta, cuestionamiento que por supuesto me he hecho personalmente al meditar en estos versos: ¿Cuán confiable soy para mis hijas? ¿Sé dar el consuelo justo y medido en el momento preciso? ¿Tengo derecho de ser comparada al mismo nivel o por lo menos acercarme un poquito al amor que tiene Dios por sus hijos?
Antes que afirmes si a todas estas preguntas, vuelve a leer los versos de la Palabra y deja que esta penetre más allá de todos tus sacrificios, inmolaciones, desgastes, privaciones y menoscabos…
“No te escondas de mí; no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo, porque tú has sido mi ayuda. No me desampares ni me abandones, Dios de mi salvación. Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos. Salmo 27:9-11
No nos hemos ganado el derecho de ser madres sólo al alumbrar a los hijos que Dios nos ha dado, este derecho de ser comparadas con la lealtad y confianza que ofrece Dios hay que ganarlo, por eso sólo para nosotras, vale esta exhortación que nos da nuestro Padre Celestial, ayer les conté de Sara y su derecho de ser madre de naciones, de reyes y príncipes, no fue gratuito, a pesar de su vacilación, aprendió a tener fe y Dios la premió, hoy te comparto con amor y respeto, lo que Dios me ha dicho, entrega la confianza y el consuelo que todo hijo busca en su madre, no des la espalda nunca al que espera “confiado” que seguirás siendo amiga, compañera y amante mamá. Ofrece el consuelo y la advertencia, la dirección y la palabra llena de sabiduría, no lo olvides ¡Estas siendo comparada con Dios!
Martha Vílchez de Bardales
Que Dios les siga bendiciendo grandemente hoy y siempre, en especial a las madres.
Arreortua y Fuentes.
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