El estrés, también conocido como la reacción de “ataque o huida”, es  la reacción del organismo ante demandas intensas o alarmas. Pero las  alarmas no siempre llegan en la forma de amenazas físicas. A veces  llegan como estímulos psicológicos, el recuerdo de eventos  desagradables, sensaciones intensas de impotencia, sentido de culpa o  los gritos de un bebé. Para la mayoría, el estrés está conectado con  condiciones hostiles del trabajo, una conciencia culpable, problemas en  las relaciones, finanzas limitadas y otras situaciones parecidas. 
 
Cuando las personas perciben una situación alarmante, se activan una  serie de mecanismos fisiológicos (neurales y hormonales) en el cuerpo.  Los cambios más notorios incluyen la producción adicional de glucosa,  aceleración de la frecuencia de la respiración y los latidos del  corazón, tensión muscular, resequedad en la boca, entorpecimiento del  proceso digestivo y la constricción de los vasos sanguíneos. Todos estos  cambios en los procesos corporales aumentan la energía disponible para  atacar el estímulo estresante o huir de él. Nuestro sistema de respuesta  al estrés fue diseñado por nuestro Creador para ayudar a sus criaturas a  sobrevivir ante el peligro. 
 
El estrés moderado es bueno, porque la energía que produce nos  permite terminar a tiempo los proyectos, correr para alcanzar el autobús  o enfrentar la limpieza de la casa. Pero cuando la alarma se torna  constante, pronto deja de producir resultados positivos, y puede causar  enfermedades como la úlcera gástrica, el colon irritable, la  hipertensión arterial, laarterosclerosis, el angina de pecho o el  infarto de miocardio. Incluso puede afectar nuestro sistema  inmunológico. 
 El poder de la oración 
Quienes han experimentado una relación de fe con Jesús saben que la  oración y la comunión con él ayudan a manejar el estrés de la vida con  bastante éxito. De hecho, la oración parece mejorar nuestras defensas  corporales. Un análisis de más de cincuenta investigaciones llevó a las  siguientes conclusiones: 
 
- La meditación religiosa y la oración causan una actividad  bidireccional entre el cerebro y el sistema circulatorio que baja la  presión arterial y disminuye los latidos del corazón y el ritmo de la  respiración. Estos cambios son incompatibles con el estrés, la ansiedad y  el pánico.
 
- La oración y la meditación producen un aumento en la actividad del  hemisferio izquierdo del corazón. Este tipo de actividad está asociado  con la respuesta inmunológica sana, como es la producción de anticuerpos  que nos protegen contra las infecciones. 
 
- La oración y las prácticas religiosas también afectan el sistema  nervioso central. Estimulan el lóbulo frontal del cerebro, lo que regula  la actividad del sistema nervioso autónomo, el sistema límbico, el  hipotálamo y la amígdala cerebral, y a su vez reduce el estrés.
 
- La oración y las prácticas religiosas aumentan el nivel de los  neurotransmisores melatonina y serotonina, que son sustancias secretadas  por el cuerpo para inducir el relajamiento e inhibir el enojo y la  agresión.
 
- La afirmación pública de los valores y creencias de un individuo  (algo que sucede cada semana en las iglesias) reduce el nivel de  cortisol, que es la hormona del estrés.1
 
  Las estrategias anti estrés de Jesús 
Jesús, por medio de sus palabras y ejemplo, nos ofrece consejos  prácticos sobre cómo manejar nuestro estrés diario. El primer recurso  notable que le permitía enfrentar las enormes presiones que  experimentaba al sanar, predicar, alimentar a las multitudes y por ser  objeto de persecución de parte de varios grupos, era su cercanía con su  Padre. 
 
Jesús fortalecía su relación con su Padre por medio de la oración y  la meditación. Por ejemplo, Marcos nos dice que “Levantándose muy de  mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y  allí oraba” (S. Marcos 1:35). A veces Jesús invitaba a sus discípulos a  unírsele. Más de una vez les dijo: “Venid vosotros aparte a un lugar  desierto, y descansad un poco” (S. Marcos 6:31). Orar en la quietud de  la mañana o la noche, puede que sea la única oportunidad que tengamos  para ser impresionados por la voz de Dios y recibir la energía y la  sabiduría para enfrentar los desafíos que la vida nos trae. 
 
Jesús también encontró alivio en la comunión con las personas. A  veces lo encontramos descansando en la casa de Lázaro, Marta y María. Y  se aseguraba de que sus discípulos tuvieran alguna recreación. Él sabía  que un periodo de descanso y recreación, apartados de la multitud, les  daría nuevo vigor. Al pedirles periódicamente que se retiraran a  descansar, les estaba enseñando cómo equilibrar el trabajo con el  reposo. 
 
También podemos reducir el estrés por medio del trabajo; y no  cualquier trabajo, sino el trabajo que produce alivio a los demás. La  vida de Jesús fue fundamentalmente desinteresada. Constantemente  empleaba sus energías para servir a los demás. En un sermón, Pedro  resumió la vida de Jesús con las palabras: “Éste anduvo haciendo bienes y  sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”  (Hechos 10:38). 
 
Las personas que se ocupan en trabajos voluntarios, proyectos  comunitarios y de asistencia a los demás, sienten mayores niveles de  bienestar y satisfacción que los que no lo hacen. Allan Luks y Peggy  Payne estudiaron a 3.296 voluntarios en el programa de Big Brothers/Big Sisters  en la ciudad de Nueva York y 95 por ciento reportó sensaciones  generales de bienestar y un aumento en su estima propia. También  declararon que tienden a percibir sus experiencias negativas como  asuntos de menor importancia.2 
 
Si usted está sufriendo de mucho estrés, quizá le convenga poner a un  lado los papeles, herramientas, preocupaciones, sea lo que fuere, y  reflexionar sobre cómo Jesús manejaba el exceso de trabajo. Y recuerde  su promesa: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo  os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que  soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras  almas” (S. Mateo 11:28, 29). 
 
Ir a Jesús sigue siendo un extraordinario antídoto contra el estrés. ¿Por qué no lo comprueba hoy mismo? 
   
 El autor es decano de la Escuela de Educación y  Psicología de la Universidad de Walla Walla, Washington. Tiene un  doctorado en Psicología de la Educación y es autor de varios libros  sobre la salud mental y espiritual.   
Tomado de El Centinela®
 Que Dios les siga bendiciendo grandemente hoy y siempre Arreortúa y Fuentes    | 
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