Elaine Graham-Kennedy
El pequeño Mateo estaba como en trance, cautivado por el zoológico de Fort Worth (cerca de Dallas, Texas). ¡Apenas podía creer lo que veían sus ojos! Se hallaba frente a Cera, la dinosauria preferida de su película favorita, La tierra antes del tiempo. Miraba fijamente. Sus padres, algo decepcionados de que prefiriera estar frente una figura animada mecánicamente antes que con animales vivos, insistían en que ya era hora de ir a algún lado, a cualquier lado menos ahí. Sollozando, imploraba más tiempo: “pero me encanta”. Al alejarse en las firmes manos paternas gritó: “Cera, te quiero”. Tal apego infantil a los dinosaurios puede desdibujarse con el paso del tiempo, pero algunos conservan un amor a esas criaturas por toda la vida.
Los niños dentro de la comunidad cristiana no son excepción. Sin embargo, en el ámbito de las denominaciones más conservadoras surgen preguntas basadas en la teología, que se vuelven más problemáticas a medida que los niños maduran. Se las puede resumir en una sola: ¿Cómo encajan los dinosaurios dentro de una concepción bíblica del mundo?
En la actualidad hay una creciente base de datos sobre los dinosaurios que incluye huesos, dientes, huellas, embriones, marcas dejadas por la piel, y estiércol. Aparentemente, estos animales terrestres existieron en todos los tamaños y formas. La información que tenemos sugiere poblaciones activas y reproductivas a escala global.1 En base a evidencias en aumento, es difícil negar que los dinosaurios hayan existido. Hay quienes toman esa posición, no porque crean que los científicos hayan inventado esas criaturas para engañarnos, sino porque no pueden reconciliar la existencia de los dinosaurios con su comprensión de la naturaleza de Dios. De ese modo, los cristianos necesitan plantearse la trascendencia de estos animales dentro de la visión bíblica de la historia del planeta.
A menudo se expresa este dilema diciendo “No puedo creer que Dios pusiera un tiranosaurio rex en el jardín del Edén”. Otros comentan que los dinosaurios “eran muy feos”. No pueden creer que un Dios amante y compasivo, crease tan feroz “máquina de matar”, pero se hallan perfectamente cómodos frente al hecho de que Dios creara leones. Esto nos lleva a preguntar: ¿Qué diferencia hay entre un tiranosaurio y un león? Claro que hay muchas diferencias, pero aquí se trata de animales de presa en el jardín del Edén; ambos son carnívoros. Aunque los cristianos seguidores de la Biblia creen que Dios creó un género de felino, suponen que los felinos eran herbívoros en el Edén, al menos hasta el pecado de Adán y Eva. Pareciera lógico aplicar el mismo argumento a los dinosaurios. Pero esta cuestión aparentemente simple se complica bastante al tratar las consecuencias. Examinemos esto mediante las siguientes preguntas.
¿Existieron realmente los dinosaurios?
Unos pocos huesos dispersos no alcanzaría para llegar a la conclusión de que los dinosaurios realmente existieron. Sin embargo, el registro de huesos de dinosaurios es bastante extenso, y la variedad nos permite comprender mejor a estas criaturas. Sus bien preservadas huellas, huevos y embriones nos indican que vivían, andaban y se reproducían.2 Las huellas son los argumentos más poderosos de su existencia.
El registro en rocas de todo el mundo nos provee información fascinante. Los científicos encontraron grandes depósitos de huesos de dinosaurio que se mineralizaron y de esta manera fueron preservados para que pudiéramos verlos. Estos huesos petrificados se conocen como fósiles. Si hay suficiente material fósil, los científicos pueden reconstruir el animal. Por 1990 los científicos habían logrado reconstruir ya 197 esqueletos completos de dinosaurios.3 Al presente existen muchos más.
Al estudiar estos huesos los científicos desarrollaron un sistema de clasificación basado en una cantidad de estructuras óseas que son peculiares a este grupo de animales. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que el cráneo de los dinosaurios presenta orificios que no se encuentran en los reptiles ni mamíferos; la articulación del tobillo es simple; y las vértebras difieren de las de otros organismos.4 El examen de la estructura interna de los huesos sugiere que se trata de un grupo distintivo de animales, muy diferente de los mamíferos y reptiles. Una gran parte de la estructura ósea exhibe sustitución [por minerales] y preservación de cada célula en el proceso de fosilización.5 Este fino detalle de la fosilización implica que podemos observar líneas y vesículas de crecimiento en los huesos. Esta combinación de características no se encuentra en los reptiles ni mamíferos y es peculiar a los dinosaurios, aunque algunos sostienen que hay semejanzas entre los dinosaurios celofísidos y las aves.
Los dinosaurios han sido clasificados en dos grupos distintos sobre la base de la estructura de su pelvis. En el primero están los terópodos o dinosaurios carnívoros, y los saurópodos de estructura grande como si fueran puentes colgantes con largos cuellos y colas y pelvis similares a los reptiles. El segundo grupo engloba a todos los otros dinosaurios que tienen caderas semejantes a la de las aves. Sin embargo, a pesar de estas coincidencias con otros animales las estructuras pélvicas son peculiares a los dinosaurios.6
Los problemas en la clasificación de los dinosaurios surgen de la dificultad de distinguir géneros y especies. En 1990, de 285 géneros de dinosaurios, el 45% fue identificado por un solo hueso. Muchos son escépticos respecto a tales identificaciones. La clasificación también preocupa a los investigadores por el hecho de que muchos géneros constan de una sola especie. Sospechan que algunos de estos géneros son en realidad especies comprendidas en uno solo de los géneros descriptos.7 A pesar de estas dificultades, hay suficiente material como para concluir que existió una amplia variedad de dinosaurios.
Las características aquí comentadas sugieren que los dinosaurios eran criaturas peculiares y que, como tales, bien podrían representar uno de los “géneros” creados, como lo registra el Génesis. La variedad, distribución y combinación de características sugieren que la hibridación es posible, como es el caso de las flores y los perros en la actualidad. No obstante, la variación de las especies es mucho más factible que la variación que se encuentra entre las familias de dinosaurios así como lo es también el surgimiento de nuevas clases de organismos.
Para quienes piensan que los huesos de dinosaurios son fraudes, hay información adicional que sugiere lo contrario. Parte del material óseo se encuentra superpuesto a la impronta dejada por la piel del animal. Estos fósiles suministran información adicional sobre la apariencia de estos organismos. Si los huesos fuesen fraudulentos, alguien se habría tomado mucho trabajo extra para incluir también la impresión de piel fósil en el depósito sedimentario.
Si fueran fraudes, el falsificador habría también creado las huellas. La información aportada por las huellas es de lo más interesante8 ya que aparecen en una gran variedad de tamaños y formas. Cuando la hilera de huellas se suficientemente larga, se puede calcular el largo del paso y la postura del animal. La mayor parte de estas huellas muestra que los dinosaurios caminaban, no corrían, y hasta parecen haber andado cojeando. Es difícil determinar la razón. Pueden haberse lastimado o haber estado llevando crías o comida. Cualquiera sea la explicación, la presencia de huellas confirma que los dinosaurios vivieron realmente, moviéndose a través del terreno. Es interesante que los investigadores no hallaron todavía dinosaurios “muertos junto a sus pisadas”. Se encuentran capas de huesos por encima y por debajo de las huellas pero no con estas últimas.
Algunos de los rastros tienen huellas grandes que rodean a otras más pequeñas.9 Esto sugiere una manada de dinosaurios. Algunos investigadores suponen que estas manadas seguían una ruta natural de migración a través de la región, mientras que otros disienten. Dentro del contexto de una historia bíblica del planeta, el movimiento de los dinosaurios puede reflejar respuestas de supervivencia y de tensión debidas a una tierra cambiante con aguas diluviales en ascenso y descenso.
Por último, existen evidencias de poblaciones reproductivas de dinosaurios. Se han informado nidos, huevos, embriones y crías.10 Hay más de 200 yacimientos de huevos en todo el mundo. No abunda la evidencia de nidos in situ y los embriones y crías son bastante raros. La existencia de estos depósitos indica que por lo menos algunos de estos dinosaurios se reproducían.
No siempre los investigadores pueden decir qué dinosaurios pusieron cuáles huevos. A principios del siglo XX se pensó que los huevos encontrados en Mongolia habían sido puestos por protoceratops, el dinosaurio herbívoro dominante en la región.11 A fines del mismo siglo se encontró otra nidada con los huesos de un pequeño depredador, ovirraptor, superpuesta a los huevos. Estos depósitos de Mongolia plantean muchos interrogantes. ¿Por qué se habría quedado en la nidada un ovirraptor mientras una tormenta de arena lo sepultaba? ¿O es que se ahogó en una laguna entre médanos durante un aguacero repentino? ¿Se quedaba el ovirraptor en la nidada empollando porque tenía sangre caliente? ¿Cuántos ovirraptores empollaban los huevos?
¿Cuántos nidos había? Hay muchas preguntas sobre las características de los dinosaurios, aún sin respuesta, pero el gran cuerpo de datos disponible nos confirma que ciertamente existieron.
la segunda parte muy pronto en este espacio
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