1 de noviembre de 2009

Diez razones por las que creo en Dios




        Héctor Hammerly


En el principio Dios..." (Génesis 1:1). Sobre ese terreno se establece mi ser, mi esperanza y mi destino. Sin ese sólido fundamento de creencia en Dios la vida estaría vacía. Para algunos resulta difícil creer en un Dios viviente y personal. Otros consideran extraño poder establecer una relación profunda y significativa con Dios. Yo no. Para mí, Dios es real, y tan real como podría desearlo, para ser guiado, corregido o dirigido por el camino de la vida. Siguiendo esta reflexión sobre mi fe en Dios, he pensado en por lo menos diez razones conducentes al sostenimiento de esta convicción.

1. Yo creo en Dios por la gran belleza que la mayor parte de la naturaleza aún exhibe. La belleza de la naturaleza no emana necesariamente de una interpretación evolucionista. La naturaleza habla de un diseño que contempla la inclusión de la belleza como parte integrante de su propósito.

2. Yo creo en Dios por el orden, la complejidad y la complementación existente en la naturaleza. La mayor parte de la naturaleza funciona bien en conjunto y parece que una parte ha sido hecha para la otra, como un gigantesco rompecabezas. Ello revela la existencia de un diseño que responde a un propósito previo, sin lugar para el azar como alternativa.

3. Yo creo en Dios por las numerosas formas por las cuales la ecología, lo circundante, la ubicación y los movimientos de nuestro planeta asisten con precisión a las necesidades de la vida en la tierra, dentro de sus muy estrechos límites. Esto nuevamente se asemeja mucho más al resultado de un diseño previo que al azar.

4. Yo creo en Dios por causa de gente como Albert Schweitzer, Madre Teresa e innumerables millones de sacrificados seres humanos. Las vidas e impulsos altruistas contradicen el acertó evolucionista de la "sobrevivencia del más apto". Hay testigos sacrificados de la existencia de una bondadosa y amante presencia en el mundo y el universo: una presencia con influencia sobre mucha gente que afectuosa y generosamente ayuda a otros, alejándose de sus propios intereses personales. No hay beneficio evolucionista que pueda inspirar a hacer algo así.

5. Yo creo en Dios por los buenos rasgos de carácter que mucha gente todavía posee a pesar de las fuertes influencias negativas. Me refiero a cualidades como honestidad, generosidad, perdón, consideración, tolerancia, equilibrio, paciencia, determinación, atención al despreciado y otras más. Nosotros admiramos todas esas cualidades porque ellas son, en efecto, cualidades divinas modeladas en nosotros por Dios. La mayoría de ellas son contrarias al principio evolucionista de acuerdo con el cual el hombre para el hombre es un lobo. Desde luego, muchos no creyentes poseen un excelente carácter, pero ¿no es esta otra manifestación de la influencia no reconocida de Dios en el mundo?

6. Yo creo en Dios porque numerosas personas, incluso yo mismo, hemos experimentado en muchas ocasiones la protección providencial contra peligros y hemos tenido la satisfacción de ver vidas transformadas para el bien, prosperando sobre todo imprevisto, aun en circunstancias extremadamente adversas. Dios, quien creó las leyes naturales, no es esclavo de las mismas. El puede ciertamente hacer excepciones. Eso es lo que llamamos "milagro".

Yo creo que Dios está listo para proteger, guiar y bendecir a aquellos que creen en él y están dispuestos a obedecerlo. Por supuesto, hay quienes se consideran a sí mismos tan sofisticados o independientes que no pueden aceptar someterse ante el Ser Supremo. ¿Pero significa ello que no puede ser cierto?

7. Yo creo en Dios porque docenas de estudios científicos serios han demostrado que los creyentes dedicados disfrutan de numerosas ventajas sobre creyentes nominales o no creyentes. Los cristianos devotos son más felices, saludables, generalmente más prósperos y longevos, y evitan mucho mejor diversas patologías sociales que los creyentes nominales o los no creyentes. Yo creo en Dios no para conseguir tales beneficios. Con o sin ellos, puedo percibir el efecto positivo de creer en Dios en mi vida, mis pensamientos y mis acciones.

8. Yo creo en Dios por los destructivos efectos de la falta de relación con él, como resulta evidente en individuos y sociedades enteras. Estos efectos incluyen falta de propósito en la vida, decaimiento moral, crimen, dependencia química, y un mayor deterioro de la sociedad en general.

9. Yo creo en Dios porque otra alternativa no conduce a lo que es bueno y feliz en la vida humana. La razón por sí sola no es confiable y las más brillantes mentes humanas no pueden ser creíbles a la hora de producir sistemas de pensamiento constructivo. Por ejemplo, ¡Platón quería sustituir la familia por el estado! Entre otros "iluminados" pensadores, filósofos más recientes como Nietzsche, proponen un "superhombre" moralmente libre. Sartre y Heidegger promovieron el existencialismo, cuya posición atea lleva al aquí y ahora, a no ser para la desesperación y la falta de sentido de la existencia. Todo esto demuestra que el pensamiento humano sin orientación no es confiable. En ocasiones, esto ha dado lugar a escandalosas distorsiones y los más temibles errores, aún de los filósofos más profundos.

10. Yo creo en Dios el Creador, porque la teoría alternativa de los orígenes —o la evolución— está llena de anomalías lógicas y huecos informativos. Considera lo siguiente:

Mientras hay evidencia de microevolución en la naturaleza, es decir, cambios que incluyen adaptación al ambiente dentro de la misma clase de organismos, no hay evidencia que los organismos abandonados a su suerte se vuelvan más complejos y sofisticados. Parecería que se diera lo opuesto. Incluso las mutaciones pueden revertirse a sus previas entidades de origen.

No hay evidencia de que organismos de una clase puedan volverse organismos de otra clase superior, tanto gradual como súbitamente. Hasta ahora no se han podido exhumar fósiles intermedios confiables. Por el contrario, los registros fósiles muestran distintas especies con pocos o ninguno de los así llamados intermedios.

En cuanto al "equilibrio puntual"—hipótesis que propone que los cambios rápidos ocurren en lugares aislados para que luego se produzca la diseminación—, no se ha logrado respaldar por evidencia alguna, como tampoco se han podido encontrar esos lugares. Esto suena más a una caprichosa explicación por falta de evidencia proveniente de los fósiles, que una aplicación del método científico.

Las complejidades extremas de la célula, la mente humana, el ácido desóxido ribonucleico (ADR), e incluso los más simples aminoácidos, sencillamente no podrían crecer al azar, aún si se les concediera ilimitados eones de tiempo. Este "milagro del azar" así propuesto, es el deseo del pensamiento de quienes rechazan la idea del diseño inteligente. La posibilidad estadística de que cualquier cosa como esta acontezca es tan extremadamente pequeña que resulta imposible para cualquier propósito práctico. Cediéndole todo el tiempo del universo, un fuerte viento soplando sobre un desarmadero no podría ensamblar un Boeing 747. Ni tampoco lo lograría un cerebro humano o un código genético que simplemente "emerja" como resultado de la interacción de fuerzas naturales dispuestas al azar.

Resumiendo estos breves comentarios sobre la teoría de la evolución, resulta claro que la gente que no está decidida a insistir en que la existencia de Dios está fuera de toda discusión, podría encontrar más lógica, basada en la evidencia —o en la falta de ella— en la posibilidad de creer en un Diseñador Inteligente que en aquella teoría deficiente. La creencia en Dios no es necesariamente un recurso para mentes perezosas. Luego de pesar los pro y los contra de ambas partes, es más lógico ver una Mente Inteligente actuando en el universo que aceptar el castillo de naipes "científico" de la evolución.

Las previas diez razones me parecen más que suficientes para aceptar la idea del Diseñador Inteligente —un Diseñador Inteligente y Amante: Dios. Aunque no puedo probar que Dios existe, por todo lo expuesto concluyo que él debe existir y por lo tanto, no puedo resistir su amor, su guía y su plan para mi vida.

Héctor Hammerly (Ph.D., Ohio State University), enseña lingüística aplicada en Simón Fraser University, Columbio Británica, Canadá. Su dirección es: 2766 Daybreak Ave; Pon Coquitlam; BC, V3C 2G1, Canadá
Dialogo Universitario.

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