En Éxodo 31:13, Dios explica a Moisés una de las razones por las cuales
Él espera que su pueblo observe el día sábado; “Tú hablarás a los hijos
de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo;
porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que
sepáis que yo soy Jehová que os santifico”.
Ser santificado—apartado—es una bendición de Dios
Adorar al verdadero Dios en el séptimo día era una práctica que
distinguía a los antiguos israelitas de los demás pueblos. Dios también
aclaró que el propósito de que le adoraran en ese día era recordar a su
pueblo que Él era quien los había santificado. “Santificar significa
hacer santo, es decir, separar algo del mundo y consagrarlo a Dios”
(International Standard Bible Encyclopedia [Enciclopedia internacional
estándar de la Biblia], “Santificación”).
Ser santificado (apartado y santo) por Dios es una bendición
maravillosa. Tal como leemos en Isaías 56:2, “Bienaventurado el hombre
que hace esto, y el hijo de hombre que lo abraza; que guarda el día de
reposo para no profanarlo, y que guarda su mano de hacer todo mal”.
El sábado: una señal y pacto perpetuo
Dios continua explicando a Moisés la necesidad de descansar el sábado
en el siguiente pasaje, “Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de
Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. Señal es
para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo
Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó” (Éxodo
31:16-17).
Aquí vemos que el sábado es un “pacto perpetuo”, es decir, estará
vigente por toda la eternidad. Es por esto que el profeta Isaías,
inspirado por Dios, escribió sobre la perpetuidad del sábado, que
continuará aun después de que Cristo regrese a la tierra, “Porque como
los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de
mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre. Y
de mes en mes, y de día de reposo en día de reposo, vendrán todos a
adorar delante de mí, dijo Jehová” (Isaías 66:22-23).
El ejemplo de Jesucristo y los apóstoles
Cristo mismo guardó el sábado cuando vino a la tierra: “Vino a Nazaret,
donde se había criado; y en el día de reposo (el sábado) entró en la
sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer” (Lucas 4:16).
Los discípulos de Jesucristo y los cristianos del primer siglo también continuaron guardando el sábado:
- “Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente día de reposo (el sábado) les hablasen de estas cosas. Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé; quienes hablándoles, les persuadían que perseverasen en la gracia de Dios. El siguiente día de reposo (el sábado) se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios” (Hechos 13:42-44).
- “Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo” (Hechos 17:1-3).
- “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1).
- “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6).
A través de los tiempos siempre han existido personas que guardan el
séptimo día como santo, de acuerdo con el mandamiento de Dios. Esta
práctica los sigue identificando en la actualidad.
Iglesia Adventista del Septimo Día Asociacion del istmo, Oaxaca, Méx.
Dios les siga bendiciendo grandemente
Atte. Arreortúa y Fuentes
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