Nadie en la tierra puede probar que Dios existe. Pero, ¿y qué? De todos modos, se ha sobreestimado el probar la materia. Suponte que exiges que se pruebe cada cosa en la vida, sin dejar lugar para la confianza o la fe. En primer lugar, no te preocupes si despachas cartas por correo. Quieres enviar una carta de Buenos Aires a Brasilia. Tienes que ir al empleado de correos y decirle: "demuéstreme que esta carta llegará bien a Brasilia". (No le voy a pagar ni una sola estampilla hasta que me lo demuestre! Tienes también que dejar de comprar alimentos en el supermercado. ¿Quién sabe si un terrorista puedo haber introducido algún veneno en aquella caja de cereal que parece tan inofensiva? Y volar, sería realmente chiflado. Hay que tener fe para volar. Tienes que confiar en un piloto con el cual nunca te has encontrado y sentarte en un avión usado que supones que ha sido revisado y puesto a punto en algún momento desde la segunda guerra mundial. Seamos realistas, no hay forma que puedas vivir de esa forma porque la fe es parte de casi cada cosa que hacemos.
Es extraño como emplea la gente la fe cada día, justo para funcionar, y sin embargo piensan que no es práctico ejercitar fe cuando se trata de religión. Ni siquiera el sistema judicial requiere una prueba absoluta. Todo lo que se necesita es "más allá de alguna razonable", para enviar a la gente a la cárcel por décadas.
Entonces, la pregunta real no es, “¿Puedes probar que Dios existe? Mejor es preguntar, “¿Qué evidencias hay que pueden ayudarme a creer? Aquí hay algunos elementos básicos para la fe.
PODEMOS CREER EN DIOS PORQUE CREEMOS EN CRISTO. Jesús de Nazaret fue una persona real, tan real como José de San Martín o Napoleón Bonaparte. Nunca me encontré con José de San Martín o con Napoleón, pero no tengo dudas que existieron. ¿Por qué? Por el registro escrito de los que los conocieron personalmente. Lo mismo es con Cristo. Su compañero íntimo, Juan, escribió, "mis oídos escucharon su voz y mis ojos lo vieron y contemplaron. (Con mis propias manos llegué a tocarlo" (1 Juan 1:1, La Biblia al día). Otro amigo íntimo, escribió, "Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad" (2 Ped. 1:16).
Y este carpintero con manos callosas con músculos robustos y con el pelo negro a lo largo de sus hombros caminó entre ellos, diciéndole a la gente vez tras vez, "soy Dios". Entonces, fue exactamente lo que afirmó ser o fue un lunático engañado por sí mismo. No hay otro camino. O fue Dios o fue un loco, eso es todo. Pero ningún lunático podría darnos las enseñanzas increíbles sobre la honestidad que Jesús dio en el Sermón del Monte. Ningún loco podría vivir una vida tan íntegra y llena de bendiciones. Ningún impostor podría volver a la vida después de estar muerto por días. La evidencia habla a voz en cuello, "este hombre es verdaderamente Dios"
TAMBIÉN PODEMOS CREER EN DIOS A CAUSA DE LAS profecías de las Escrituras. Precisamente, el profeta del Antiguo Testamento Daniel, predijo con exactitud, con cientos de años de anticipación, el momento cuando Cristo sería muerto y resucitado. También previó el remoto futuro de naciones enteras tales como Grecia y Roma, con una exactitud sorprendente. Ningún ser humano podría conjeturar algo así con tanto éxito. Tiene que venir de Dios.
PODEMOS CREER DEBIDO AL diseño intrincado de la naturaleza y del cuerpo humano. De la simetría de una rosa hasta la complejidad del ojo humano, donde exista un diseño así, tiene que haber un Diseñador.
PODEMOS CREER DEBIDO A LA TREMENDA diferencia que Dios ha hecho en incontable cantidad de vidas arruinadas y desesperadas. Semejantes cambios tan fundamentales están más allá del alcance de las píldoras o la psicología.
AL MENOS, PODEMOS CREER por causa de las probabilidades. Aun si las probabilidades de que exista Dios fueran sólo 50/50, tiene mucho sentido ponerse del lado de la fe. Si al fin, no existe realmente Dios no hemos perdido nada por creer en él durante 75 u 80 años. Sin embargo, si después de todo existe Dios, entonces hemos ganado todo, inclusive la vida eterna.
¿Pero que clase de Dios es? ¿A qué se parece en realidad? Durante años pensé que Dios era semejante al conductor del autobús de nuestra escuela primaria. Lo llamábamos, "Chillón", porque soplaba un silbato de metal brillante cada vez que nos avistaba en su tremendo espejo arrojándonos tomates o golpeando la cabeza de alguno. Pisaba el freno, se ponía de pie frente a nosotros en su uniforme gris y, arrugado, fruncía el entrecejo ferozmente y después gritaba, "(Estoy avergonzado de ustedes, jóvenes. Esos 3 que están allí...bajen del ómnibus, ahora mismo!" Y por demasiado tiempo, me imaginaba a Dios así, pisando fuerte por el cielo, ceñudo, ansioso para saltar por encima sobre la gente cuando se echa a perder.
La verdad es que una sonrisa amplia y grande aparece en el rostro de Dios cuando se menciona su nombre. Está deseoso de ser amigo contigo para toda la eternidad. Dios salta de arriba abajo de alegría cuando piensa en tenerte en su equipo para siempre. Cuando pecas, nunca se enoja. Nunca puedes ser tan malo como para sacarlo de quicio. En tiempos difíciles, anhela ser la primera persona en poner sus brazos sobre tus hombros para ofrecerte valor y ayuda. La Biblia lo describe mejor con la palabra estupenda, amor. "El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor" (1 Juan 4:8)
Tristemente, aquí en la tierra estamos rodeados por un amor falsificado. Alguno me dice, "te amo debido a tu pelo ondulado de color castaño brillante". ¿Y que pasa si me quedo calvo? Alguien dice, "te amo porque eres tan inteligente y bondadoso". ¿Pero qué sucede cuando abandono el colegio y actúo como un mezquino? Todo el amor humano crea inseguridad. "Mejor será que esté a su altura sino puede quitarme su amor". Sólo Dios tiene amor incondicional. Su amor es como el sol, brilla sobre nosotros exactamente lo mismo, no importa como sintamos, pensemos o nos comportemos. Dios dice, "con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia" (Jer. 31:3). Las Escrituras nos dicen que Jesús llamó a Judas "amigo" cuando su traidor llegó para entregarlo a la policía. El apóstol Pablo enseñó que Jesús dio su vida por nosotros, porque, "siendo aún pecadores", cuando aun le dábamos un portazo en el rostro (Rom. 5:8). Dios está profunda e intensamente enamorado de ti, y no hay nada que puedas hacer para cambiar eso. Anhela que lo aceptes como tu Salvador y amigo personal.
Pero, ¿cómo puedo a llegar amigo íntimo con Alguien a quien ni siquiera lo puedo ver? ¿Cómo puedo conocer realmente a Dios cuando parece estar tan lejos? Preguntas importantes.
El primer paso es aceptar el hecho de que él ama personalmente, no justamente a todo el mundo, sino a ti. Puedes poner tu nombre en el versículo, "Porque de tal manera amó Dios [por aquí tu nombre] al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito" (Juan 3:16). Dios no ve las multitudes, ve personas. Sabe exactamente donde vives, conoce tu postre favorito, el tema que te es más difícil en el colegio, el conjunto de canto o el equipo de deportes que te gusta, el vegetal que odias, todas tus esperanzas y temores, tus sueños y preocupaciones. Piensa en ti todo el tiempo. Conoce todas las cosas que no te atreves a decirle a nadie. Sabe cuan solitario e insignificante te sientes a veces. Ve las lágrimas que fluyen de tus ojos tarde en la noche cuando todos están durmiendo. Conoce el frente masculino que asumes para impresionar a tus amigos. Dios entiende y siente todo eso.
El segundo paso para conocer a Dios es tener la seguridad de la salvación. Imagínate que le preguntas a mi hija si es parte de nuestra familia y ella te dice, "Bueno...espero que sí" ¿Espero que sí? Si oigo eso, me desgarraría el corazón. Quiero que esté absolutamente segura de eso. Ni Dios desea que tu digas, "espero que sí" cuando se trata de ser parte de su familia. Ora esta oración: "Oh Dios, soy un pecador egoísta y no conozco todas las respuestas, pero anhelo ser tu amigo. Deseo que me perdones mis pecados y que me des nuevos motivos y nuevas actitudes. Por favor, hazme semejante a ti. Sálvame a pesar de mi mismo. Amén".
Si esa oración refleja lo que está en tu corazón, entonces ahora eres un hijo o una hija de Dios. Ya no estás alejándote de él, estás corriendo hacia él. Aun cuando tu corazón esté lleno de deseos contradictorios, tú sabes esto, que anhelas conocer a Dios y ser su hijo. En este mismo momento Dios desea que levantes tu cabeza y digas, "por tu gracia, soy un miembro con pleno derecho de la familia de Dios".
El tercer paso es rehusar fiarse de los sentimientos. Los sentimientos son notoriamente veleidosos. Al desayuno estás en la cima de la montaña y luego por la tarde en las profundidades. Un día sientes como si Dios estuviera a tu lado, el próximo, como si estuviera a 10 millones de kilómetros de distancia. Hoy te sientes como si fueras santo y mañana como si fueras el mismo diablo. No te preocupes. Los sentimientos pueden ser de utilidad, pero no deben ser el fundamento de nuestra relación con Dios. En cambio, confía en las promesas de las Escrituras, como esta promesa fantástica, "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). Fíate completamente en la Palabra de Dios.
El cuarto paso es escuchar a Dios que te habla a través de la Biblia y luego, hablar con él en oración. Concéntrate principalmente en la vida de Cristo como aparece en los evangelios Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Al principio toma 10 minutos varias veces a la semana y lee 7 u 8 versículos acerca del ministerio difícil de Jesús. Después, pasa tiempo en oración imaginándote esa escena. Colócate en algún lugar donde se desarrolla la acción. Pregúntate: ¿qué hay ahí para oír, ver, oler, sentir, palpar? Finalmente suplica al Espíritu Santo que te enseñe la manera como se aplican hoy a tu vida esos versículos. No te desanimes. Confía que, poco a poco, pero en forma segura, a través de todos los vaivenes, a través de todos los momentos interesantes y los momentos de sequía, Dios te atraerá cada vez más cerca de él con amor.
Preguntas para la discusión
1. Cómo definirías la fe cristiana? ¿Sobre qué está edificada tu fe personal? ¿Cómo sabes con seguridad que Dios es un ser personal?
2. Cómo le describirías Dios a alguien que no lo conoce? ¿Qué palabras usarías?
3. Cuáles son algunas formas por las que podemos llegar a conocer mejor a Dios?
4. Cómo sabes que tienes la seguridad de la salvación?
5. Por qué es peligroso confiar en los sentimientos cuando se trata de nuestra relación con Dios?
Arreortua y Fuentes
Libro “El Joven Adventista y su estilo de vida” ACES, 2002, Pág. 5 - 12
Mision del Istmo.
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