Manzana de oro con figuras de plata es la palabras dicha como conviene (Proverbios 25:11).
Durante uno de los viajes con el Club de Aventureros, mi amiga y yo comenzamos a arrojar piedras al río. Juntamos todas las que pudimos encontrar, y cada una trataba de llegar más lejos que la otra. Era divertido ver cómo las piedras corrían a lo largo de la superficie del agua. Estábamos trepadas en la cima de una saliente rocosa, ¡pero sentíamos que estábamos en la cima del mundo!; hasta que se oyó un grito terrible en el aire: “¡Ay! ¡Eso duele!”
Nos estábamos divirtiendo tanto que no habíamos notado que el resto de nuestros amigos se estaba dirigiendo hacia el rio. Una de las piedras había golpeado la cabeza de una de nuestras compañeras, dejándole una herida muy dolorosa que necesitó varios puntos de sutura para sanar. Nos sentimos avergonzadas y con cargo de conciencia. Hoy, varios años más tarde, aunque ella ya se olvidó del dolor, todavía tiene la cicatriz.
Hoy ya no tiro piedras pero, si no tengo cuidado, puedo decir cosas que son más dolorosas que las piedras. Es fácil decir cosas que causan vergüenza y traen gran dolor. Las personas rara vez olvidan los dardos dolorosos enviados en su dirección, especialmente cuando provienen de amigo o seres queridos. Algunas veces los daños dejan cicatrices emocionales que perduran por el resto de nuestras vidas.
Las palabras tienen gran poder. Dependiendo de cómo elijamos usarlos, nuestros dichos pueden destruir o sanar. Las palabras amables tienen la capacidad de levantar, inspirar, dar ánimo y fortalecer, creando gozo y amor sin fin, para nosotros y para los que nos rodean. Mientras las utilicemos, saldrán ondas de gozo de nosotros y llegaran a la vida de los demás.
La Palabra de Dios declara: “Hay hombres cuyas palabras son como golpe de espada; mas la lengua de los sabios es medicina” (Prov. 12:18). Cuando invitemos a que el Espíritu Santo tome el control de nuestros corazones, surgirán palabras puras y dulces de nosotros, para bendición e inspiración.
Padre, por favor, toma el control de nuestros pensamientos y sentimientos, y también de nuestras palabras. Ayúdanos a decir palabras que únicamente construyan e inspiren y no que destruyan. Amén
Arreortua y Fuentes
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